Amistad

El diccionario nos dice que es «afecto entre personas, puro y desinteresado, que nace de la mutua estimación, aprecio y simpatía». 

Como siempre, el diccionario se refiere al concepto, lo que la cosa significa, pero es la misma vida la que nos dice lo que la cosa es.

 Sin duda ninguna la maravilla del vivir, desde donde puede ser mejor captada y más valorada, es en el interior de la persona, y de ella la cualidad que más alegría le puede dar es su capacidad de entender, experimentar y contagiar la gozosa vivencia de la amistad. 

La humanidad, en su constante avance, ha ido logrando descubrir e inventar multitud de cosas, pero ninguna de ellas ha podido superar todavía la alegría que causa a la persona el gozo de la amistad. 

Los Amigos

 Al hablar de la amistad se impone aclarar que existen dos concepciones distintas de ella: una cosa es el amigo que, aunque sea posible tener varios, no se puede olvidar que cada uno exige un trato particular, peculiar y distinto. En una palabra, hecho a su medida. 

Y otra cosa son, en cambio, los amigos. Pero los amigos, en sentido genérico, palabra que, como tantas otras, ha experimentado cierta inflación y la consiguiente devaluación.

 Hace poco tiempo el uso lingüístico y social, distinguía entre «conocidos» y «amigos». La primera de las palabras apenas ahora se usa porque todos quedan englobados en la segunda. 

El «conocido» era la persona de la que se sabe muy por encima quien es, del que se conocen algunos detalles de su vida, se habla con ellos en determinadas ocasiones y se la trata superficial y eventualmente, pero nada más. Puede ser que exista hacia esa persona una vaga simpatía, pero no es sentida ni como necesaria ni como segura.

El Amigo

 Al hablar del amigo en singular es obligado, o mejor dicho, es preciso, necesario y gozosamente conveniente entre cristianos, hablar primero del singular amigo, del amigo más singular, de Cristo vivo, normal y cercano que, cuando lo tenemos interiorizado por la Gracia, nos concientiza amorosamente de lo que tenemos de Él por haber sido pensados y creados a imagen de Dios, y de lo que todavía nos falta para que vaya siendo verdad la simple y siempre posible semejanza, tal vez intentada y quizá pocas veces conseguida. 

Él se hizo semejante a nosotros para hacerse amigo de nosotros los hombres (en sentido genérico y, por tanto, también de las mujeres). Él que es prototipo paradigmático de la amistad verdadera, de la que no repara en ningún sacrificio para hacerla real en su vivir en vivo y en directo, él que nos señala la cota más alta a la que puede llegar la amistad: a dar la vida por el que se ama como un horizonte posible que no conviene perder de vista, si no se quiere correr el peligro de bajar la guardia, de destensar el arco o de agrietar la amistad que debe de ser siempre, tanto para el que la da como para el que la recibe, como una fortaleza fuerte.

Cuando la persona, por la Gracia consciente, experimenta la amistad con Cristo y va dándose cuenta de que Él es de verdad el amigo, el verdadero amigo por antonomasia, el que nos ama de verdad y siempre, el que nos mira con ilusión, el que nos escucha con interés apasionado, el que conoce nuestra intención y aún así esta pendiente de nuestro gesto, el que se alegra con nuestra alegría.

Cuando la amistad entre dos amigos es afirmada y reforzada por la amistad que ambos tienen con Cristo, se multiplica el gozo de ser amigos y se disfruta a un nivel más profundo de la realidad de serlo, porque la amistad forjada, basada y cultivada a la luz de Cristo y al calor de su unión con Él por la Gracia, se diría que está respaldada y, en cierta manera, financiada o asegurada por Él. De Cristo amigo se pueden decir muchas palabras, pero todas resultan no tan sólo pálidas sino muy poco certeras y nada acertadas para explicitar lo que de verdad se vive cuando se vive en contacto consciente, despierto y vivo con Él.

Después del osado atrevimiento de tratar de explicar lo inexplicable, debo de hablar de la amistad de amigo a amigo.

Cuando existe entre amigos una amistad verdadera, de tú a tú, los participantes de ella se conocen por dentro, aunque cada uno tenga distintas cualidades y mutuamente se las respeten, viven codo con codo los avatares del vivir, y lo que no viven juntos, lo reviven al tener la posibilidad de reunirse para dialogar y comentar lo vivido por uno solo. Se entienden con media palabra, con el gesto, con la mirada, porque cada sonrisa proclama cercanía y cada ademán define amistad.

La amistad es el mejor cauce de acercamiento y de comprensión de la persona. Es la forma más profunda de convivencia y la que hace de la convivencia una fiesta. El dialogar de tú a tú, sin que la más elemental precaución aconseje tener que emplear enojosos «filtros» para evitar malas interpretaciones; poder expresar lo que uno siente en lo hondo y en lo íntimo, sin temor a no ser escuchado y sin el recelo de no ser entendido al expresar sus sentimientos y pensamientos, esponja la vida, oxigena el convivir y lo hace más interesante, más agradable y más sabroso. En la amistad aflora el grado de autenticidad de cada vida singular. La comunicación es una experiencia y una actividad esencial de la vida humana, que cuando se realiza en el área interpersonal de una amistad sincera y profunda, adquiere una dimensión valiosa que motiva la vida y ayuda a encontrar el cauce adecuado para irse realizando hacia una siempre posible mayor plenitud.

Las personas de verdad amigas no son posesivas, lo que quieren es que el otro se mueva en libertad; sin darse cuenta los dos se impulsan mutuamente hacia lo mejor de cada uno y para cada uno.



                                           AMISTAD – I CONVERSACIONES DE CALA FIGUERA

 

FELIZ DIA DEL AMIGO!!!! 

DE COLORES ….