El anuncio

Para comenzar a hablar de “anuncio” lo haremos desde el punto de vista del MCC y el método que se utiliza para tal finalidad. Cuando se habla de la estrategia para alcanzar la finalidad hablamos del kerigma y nos dice que es “la proclamación del anuncio jubiloso de la salvación en Cristo, ( y nosotros los cursillistas le agregamos ) en un ambiente de amistad” .La opción por el kerigma, requiere la existencia de testigos coherentes, que de palabra y de obra, anuncien la vida nueva en Cristo”. Pues bien, teniendo en cuenta esta premisa acerca del método utilizado, creemos conveniente realizar esta pregunta, ¿que anunciamos? Que DIOS EN CRISTO NOS AMA. El sentirse respaldado por el amor de Dios lanza al hombre a la proclamación de esta verdad. El anuncio (evangelización) comienza como comunicación de la experiencia vivida con Cristo los tres días de cursillo. ¿Y como comunicamos esa experiencia del amor de Dios que transformó nuestras vidas? Para ello recordemos las palabras de Francisco en “Evangelli Gaudium” Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora, anunciando esta vida plena. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿Cómo puede contener el deseo de comunicarla a otros?.

Ahora bien, anuncia siempre el testigo con su testimonio de vida, es decir aquel que ha tenido un encuentro con Cristo, aquel que puede intuir y captar la fuerza salvadora y humanizadora que encierra Su mensaje cuando es acogido con fe viva y con amor. Pero lamentablemente, muchas veces no cumplimos ese objetivo, no llegamos a ser verdaderos canales de esa fuerza salvadora en nuestros ambientes, con nuestra falta de testimonio y falta amor al “otro” al que no conoce a Cristo. Pero no nos quedemos con esta pobre imagen del cristiano en sus ambientes. Debemos estar atentos al mundo actual “somos del mundo sin ser del mundo”, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, con la búsqueda de placeres superficiales donde ya no hay espacio para los demás, donde no se escucha la voz de Dios. Allí es donde debemos llegar con gestos y obras (nuestro testimonio) achicando distancias, “abajando-nos” hasta la humillación si es necesario, tocando la carne sufriente de Cristo en cada uno de los que nos rodean.

El Papa Francisco nos habla de una “Iglesia en salida”, saliendo al encuentro buscando a los alejados llegando al cruce se los caminos para invitar a los excluidos. Atrevámonos un poco más a “primerear”. Nuestro movimiento es una herramienta evangelizadora eficaz solo que a veces nosotros no nos ponemos en sintonía con lo que nos pide el Evangelio. Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucró poniéndose de rodillas ante los demás para lavárselos y luego decirles “seréis felices si hacen esto” (Jn 13,17).

O como cuando se apiadó de la mujer que perdió su hijo y le devolvió la vida, “la miró, la tocó, se apiadó de ella” se involucró en la desgracia de esa mujer, pero en los dos casos “los amó primero”, esa es la medida, el amor, porque el anuncio es amor, amor de Dios a través del evangelizador. Él llega por nuestra acción al alejado, al que no lo conoce y nos invita a ser partícipes de Su obra testimoniando, irradiando Su amor; por lo tanto puede llevar el Evangelio de Jesús solo la persona que está con El.

En este tiempo de pre cursillo, seamos “instrumentos” y “canales” de Su Gracia para que aquellos que todavía no lo conocen, puedan hacerlo motivados por nuestro testimonio.