Monseñor Víctor Manuel Fernández a los cursillistas «Sean el rostro de una Iglesia de corazón abierto»

Este mes de julio nos sorprendió con la noticia de que nuestro Arzobispo Monseñor Victor Manuel Fernandez, fue elegido por el Papa Francisco para hacerse cargo de la importante tarea de ser Prefecto del Dicasterio de la doctrina de la Fe, por lo que pronto deberá dejar su cargo de Arzobispo de la Arquidiócesis de La Plata.

Quedarán en nosotros, gratos recuerdos de su acompañamiento como Pastor y amigo. Sobre todo la celebración de los 50 años del Movimiento de Cursillos de Cristiandad en la Arquidiócesis de La Plata en el año 2018, con una bellísima Misa celebrada por él en nuestra Catedral, y una sentida homilía con un mensaje muy claro y motivador para todos los cursillistas.
Pero hoy queremos recordar un momento muy especial que hemos compartido también con él, y que tiene mucho que ver con nuestro Carisma.

El 4 de septiembre de 2020, en pleno asilamiento debido a la pandemia, nos acompañó en una de nuestras Ultreyas (virtuales, en aquellos tiempos difíciles).

Monseñor dio su testimonio de vida como un amigo más, un ser con preocupaciones y malestares como cualquier seglar, que al recibir una caricia de Cristo, al reencontrarse con el pequeño costurero entregado por su anciana madre tiempo atrás, lo hace recapacitar sobre el goce de los detalles maravillosos que Jesús nos entrega a Diario.

Nos alentó a que cada uno de nosotros tuviéramos el siguiente propósito:

“Tengo que evangelizar a todos sin excluir a nadie, tengo que llevar a Cristo a todos, porque todos tienen un inmenso valor. Y nunca tengo que decir no, no porque este es un zurdo, no porque este otro está a favor del aborto, no porque aquel otro no me gusta como piensa, no porque aquella persona es un pecador… ¡por favor! Nada de eso… Debemos saber que el ser humano tiene un valor infinito.”

Y lo ejemplificó con el accionar de la Iglesia:

“Y así debe ser… porque si no para qué iríamos a las cárceles – porque hay capellanes en las cárceles- donde hay asesinos y criminales de todo tipo, y sin embargo la Iglesia va y los asiste, los atendemos y les hablamos de Cristo. Entonces la Iglesia -como dice Francisco- es una casa de puertas abiertas, es un hogar para todos. Y ustedes, los cursillistas, que son personas de muchos colores, con mucha más razón deben abrir sus puertas a todos, porque esos colores que llevan hablan de una vida que se comunica, hablan de una belleza interior que los demás pueden apreciar, que los demás pueden gozar, hablan de la alegría de Cristo, ese Cristo que hay que comunicar.”

Y agregó:

“Yo quiero exhortar a todos los cursillistas a que sean el rostro de esta Iglesia, una Iglesia de corazón abierto.”

Luego hizo referencia a que en su juventud veía a los cursillistas de una manera particular:

“Cuando era párroco en Rio Cuarto, era un curita muy joven, me impresionaba mucho cómo los cursillistas eran buscadores, cómo buscaban con obsesión pescar alguna persona para acercarla a la Iglesia, y así los cursillos estaban llenos de gente, porque había un empuje misionero de parte de los cursillistas. Siempre recuerdo eso, porque les reitero que a mí me impactaban esos cursillistas buscadores.”

Para finalizar su intervención en la Ultreya morosamente, pidió al Señor por nosotros de la siguiente manera:

“Yo quiero pedirle al señor que los bendiga mucho, porque esto es posible con la fuerza del Espíritu Santo,, con la potencia del espíritu Santo, y no con nuestra debilidad. Y entonces quiero pedir al Señor una bendición especial para ustedes los cursillistas, para que en cada uno de ustedes el Señor derrame esa potencia del Espíritu Santo, llena de colores para embellecer al mundo y a la Iglesia.”